INTRODUCCIÓN
Para la mayoría de las personas el duelo evoluciona favorablemente con el apoyo exclusivo de la red social natural y, a pesar del sufrimiento intenso, llegan a poder adaptarse a la pérdida y a sus consecuencias y con tiempo rehacen sus vidas. Sin embargo hay una minoría de casos, entre el 10-20%, dónde el duelo se complica y aparecen consecuencias severas que afectan a la salud mental y física de los dolientes. (1) (Prigerson, Bierhals, Kasl et al. 1997).
Mindfulness es un modelo de psicoterapia de tercera generación que tiene sus raíces en la filosofía oriental y que se define como “atención plena”. Los elementos que definen mindfulness son la aceptación, el no juzgar y la vivencia del momento presente (2) (Simón, 2006). Podemos considerar la psicoterapia basada en mindfulness como una forma de arrojar luz en el proceso del duelo a través del desarrollo de la conciencia. (3) (Sameet M. Kumar, 2005).
Partiendo de las tareas del duelo desde la visión de Worden (4) y Neimeyer (5), mindfulness nos permitiría trabajar sobre todas ellas a través de la actitud mindful de aceptación serena de la realidad y el elemento de compasión. Según Worden (4) las tareas son: 1) Aceptación de la realidad; 2) Trabajar las emociones y el dolor; 3) Adaptarse al entorno; 4) Recolocación del ser querido. Para Neimeyer (5) las tareas a realizar son: 1) Reconocer la realidad de la pérdida; 2) Abrirse al dolor; 3) Revisar nuestro mundo de significados; 4) Reconstruir la relación con lo que se ha perdido y 5) Reinventarnos a nosotros mismos.
JUSTIFICACIÓN DEL PROGRAMA MADED
El duelo complicado se asocia con problemas de salud como son la depresión, la ansiedad, abuso de alcohol, consumo de fármacos, incremento del uso de recursos sanitarios, aumento de la mortalidad dentro del primer año y suicidio (1) (Prigerson et al., 1997). De ahí, la importancia de detectar los factores de riesgo en los dolientes, e intervenir cuando es necesario para prevenir el duelo patológico o complicado, puesto que las consecuencias son devastadoras tanto a nivel individual como social, debido a los costes que supone. La recomendación dentro del sector sanitario, y siguiendo las políticas desarrolladas en otros países pioneros en el tratamiento preventivo del duelo, apoya la creación de servicios de atención al duelo especializados más allá de lo que actualmente proveen las redes de atención primaria y salud mental (6) (Payás, 2007).
En ésta última década se está debatiendo sobre cuáles son los grupos de personas más vulnerables, y si esta vulnerabilidad es susceptible de ser detectada en los momentos iniciales de la pérdida, utilizando los factores de riesgo como indicadores. La identificación de grupos de nivel de riesgo alto permite el diseño de intervenciones más especializadas y preventivas de duelo complicado (7) (Worden, 2013). Precisamente nuestro protocolo va dirigido a personas con factores de riesgo o a personas que ya padecen duelo patológico según los criterios del DSM 5.
En salud se hace la distinción entre asesoramiento psicológico en duelo y terapia de duelo. El primero sirve para acompañar en el proceso natural del duelo y, la segunda nos sirve para tratar tanto a las personas con factores de riesgo como a las personas que ya sufren un duelo patológico. Es conveniente recordar que los estudios realizados sobre la eficacia de las intervenciones en duelo diferencian entre prevención primaria o dirigida a la población general, secundaria o “selectiva” de dolientes de “alto riesgo”, y terciaria o tratamiento especializado del duelo complicado o patológico y de los trastornos relacionados (8) (Arranz, Barreto, Barbero y Bayés, 2008). Existen pocos estudios que prueben la eficacia de la prevención primaria, e incluso al contrario, algunas investigaciones muestran resultados negativos; por tanto, se desaconseja intervenir de forma rutinaria (9) (Barreto, 2008). En cambio las intervenciones ideadas para dolientes más vulnerables a los riesgos del duelo (niveles de malestar elevados, pérdida traumática, acontecimientos concurrentes o pérdida de un hijo) tiene resultados más prometedores, pero modestos (9) (Barreto, 2008).
El protocolo que presentamos en este trabajo es un programa de terapia dirigido a personas susceptibles de padecer duelo patológico, siendo una intervención preventiva secundaria o que ya padecen duelo complicado, tratándose de una intervención terciaria o tratamiento especializado del duelo complicado. Aun así, es importante señalar que dicho protocolo podría también emplearse como prevención primaria en el proceso normal de duelo, incorporando elementos que aporta el mindfulness como herramienta de autocuidado y de crecimiento personal basada en la conciencia y en el cultivo de los cuatro inconmensurables (amor incondicional, compasión, alegría empática y ecuanimidad).
El protocolo que presentamos es una intervención grupal que cumple con múltiples funciones (10) (Payás, 2015):
- Ofrece un espacio de apoyo emocional
- Sirve para normalizar las manifestaciones del duelo, puesto que los participantes comparten muchas de ellas
- Tiene una función educativa, puesto que los participantes aprenden que el duelo requiere tiempo, es un proceso dinámico, donde hay fases y tareas, y que además deben tener una actitud activa y de compromiso.
La literatura (11) (Payás, 2007) señala como los grupos de terapia para duelos de riesgo y duelos complicados se recomienda que sean grupos estructurados con un número limitado de participantes, dirigido por un profesional, con formación en psicoterapia y una especialización específica en duelo. Los miembros deben ser personas cuyo duelo cumple algún factor de riesgo o que ya muestran sintomatología de duelo complicado. Se trataría de grupos cerrados, limitados en el tiempo, y con un programa dirigido a las distintas tareas y necesidades individuales de cada miembro, y su función es tanto preventiva como de tratamiento. Nuestro protocolo integra todas estas características, y además la intervención MBSR (Reducción del estrés basada en mindfulness) en la que nos hemos basado para hacer las adaptaciones, también se lleva a cabo en grupo, lo cual es sumamente enriquecedor.
El MBSR es la intervención que ahonda sus raíces en la filosofía oriental, enfatizando la importancia de la práctica meditativa como primer vehículo para la transformación y desarrollo personal. (Kabat Zinn, 2004).
Por otra parte, señalar como la facilitación de un grupo de duelo puede realizarse en forma de sesiones cerradas o abiertas (11) (Payás, 2007). En las primeras fases son más útiles las abiertas y, en las últimas fases son más útiles las cerradas. Éstas últimas se diseñan de antemano, planteando una tarea específica de duelo propuesta por el terapeuta. Tiene una función terapéutica y a la vez educativa, que se lleva a cabo mediante estrategias concretas que pueden incluir desde exposiciones teóricas, ejercicios prácticos de autoconcienciación, reflexión de grupo, escritura creativa, visualización u otras técnicas psicoterapéuticas.
Nuestro protocolo es un ejemplo de programa con sesiones cerradas, ya diseñadas de antemano y centradas principalmente en la tarea II de Worden y Neimeyer (abrirse al dolor y adentrarse en las emociones) con el objetivo de que los dolientes en riesgo o con duelo complicado avancen a la Fase III (conexión e integración) del modelo integrativo-relacional (Payás, 2007) (11), trabajando sobre la segunda tarea de entregarse al dolor y el trabajo con las emociones, promoviendo que sigan avanzando hasta la última fase de crecimiento y transformación. En las fases avanzadas en dicho modelo se trabaja la entrega al dolor a través de la exploración de la relación con el fallecido y la resolución de asuntos pendientes como el perdón, o la gratitud. Nuestro protocolo contempla estas herramientas terapéuticas pero dentro del estado meditaivo característico de las terapias de tercera generación.
“Las tareas del duelo pueden posponerse, pero eso no las resuelve. Tarde o temprano la persona deberá afrontar su pérdida: el duelo no puede suprimirse sólo aplazarse” (13) (Payás, 2010, p.151). En esta línea nuestro protocolo pretende acompañar en el proceso de duelo para hacer esa conexión-integración del dolor a través del trabajo con las emociones. En un principio ayudamos con mindfulness a que las personas puedan ser conscientes del dolor y las emociones que suscita dicho dolor, con una actitud de aceptación. Una vez hemos conseguido que los dolientes puedan llegar a esa aceptación, promovemos el avance en el proceso del duelo para llegar al crecimiento, o al menos damos las herramientas para que ellos puedan, a su debido tiempo, encontrar esa transformación y crecimiento, dado que esos nuevos significados han de ser encontrados, no pueden ser impuestos desde fuera.
Parkes (1972) (14) afirma que: “Es necesario que la persona elabore el duelo emocional para hacer el trabajo del duelo, y cualquier cosa que permita evitar o suprimir de forma continua este dolor es probable que prolongue el curso del duelo”. De ahí, la importancia de trabajar el dolor y las emociones, como señalan Worden y Neimeyer, haciendo referencia a la tarea II. Es precisamente aquí, donde mindfulness aparece como una terapia de tercera generación que puede ayudar a ese cometido.
Mindfulness es una terapia de aceptación y de exposición, ya que en ella no se huye de los pensamientos, ni de las emociones, sensaciones; no se huye de la realidad, sea cual sea. Lo que se hace es observar lo que hay, exponiéndose de forma voluntaria a lo desagradable, de forma que se produce una reducción del malestar emocional y cognitivo, además de respuestas comportamentales adaptativas (15) (Shapiro, 2003). Es decir, no huimos del dolor, nos acercamos a él con conciencia plena y con amor, ya que como señala (16) Simón (2010): “cuando nos tratamos con compasión lo hacemos porque nos sentimos mal, no porque queremos sentirnos bien“. Por eso mismo nos acercamos al dolor y a las emociones desagradables, para aceptarlas e integrarlas.
Autores como (10) Payás (2014) señalan como la práctica del silencio y la contemplación ayuda a tomar conciencia de la respiración y a que no somos ni lo que pensamos, ni lo que sentimos. Al prestar atención a la respiración, podemos poner distancia entre nosotros y los pensamientos y emociones que experimentamos. La práctica de la consciencia plena y del silencio pueden ser herramientas útiles en el camino del duelo. La atención plena a las sensaciones de nuestro cuerpo es una valiosa ayuda que nos permite aliviar síntomas como la angustia, pensamientos obsesivos o el miedo.
MINDFULNESS, COMPASIÓN Y DUELO
Contenidos del Programa
Nuestro programa llamado MADED (Mindfulness para la aceptación del dolor y las emociones en el duelo) consiste en un programa de intervención psicoterapéutica que integra los modelos psicológicos del duelo con las psicoterapias de tercera y cuarta generación. Es un programa que se contempla dentro del marco del modelo de mindfulness y compasión, pero con un fin terapéutico.
Las 9 sesiones que forman parte del programa de mindfulness y compasión para el duelo son:
- Sesión 1. La conciencia plena y las manifestaciones del duelo.
- Sesión2. Potenciación de recursos: Lugar tranquilo, lugar sagrado, enraizamiento.
- Sesión 3. El dolor y los pensamientos: Sufrimiento primario y secundario.
- Sesión 4. Emociones I: La exploración de las emociones básicas y su regulación.
- Sesión 5. Emociones II: La exploración de la tristeza, el miedo y la rabia
- Sesión 6. Exploración de la culpa y autocompasión.
- Sesión 7. La despedida y los asuntos pendientes.
- Sesión 8. Los pilares de la serenidad. Un lugar para ti.
- Sesión 9. Cierre y evaluación. Entrevistas individuales.
Como puede observarse en la secuenciación de las sesiones, en un principio, las sesiones primera y tercera corresponden a la secuencia que sigue el protocolo original MBSR, pero con algunas adaptaciones. Es decir, primero es necesario que las personas entiendan de forma práctica qué es la conciencia plena, de ahí que en la primera sesión se trabaje ese concepto tanto de forma experiencial como teórica. Además, como los dolientes experimentan una serie de manifestaciones del duelo que en un principio son normales, es importante que tomen conciencia de esas manifestaciones a través de la conciencia plena, para normalizar. Autores como Lacasta (17) (2006) y Soler (18) (1996) nombran esas manifestaciones clasificándolas en diferentes dimensiones: cognitivas, fisiológicas y conductuales. Otros autores como (7) Worden (2004), clasifican las manifestaciones en cuatro dimensiones: sensaciones, cogniciones, conductas y sentimientos. Con los aspectos psicoeducativos sobre las manifestaciones del duelo se trabajarán todas ellas. La idea es que al tomar conciencia de la normalidad de esas manifestaciones, no se llegue a patologizar el proceso de duelo. Según (9) Barreto (2008), la primera cuestión que ha de plantearse desde los cuidados paliativos, se refiere a la importancia que tiene despatologizar el sufrimiento al final de la vida y en la elaboración del duelo. De ahí la importancia de normalizar.
Cuando esas manifestaciones son crónicas, nos encontramos con un duelo complicado. Aquí también es importante la toma de conciencia de cada una de las manifestaciones del duelo que experimentan los dolientes, ya que la conciencia unida a la compasión son promotores del cambio.
Tras el trabajo psicoeducativo de la conciencia plena y de las manifestaciones del duelo, proseguiremos con la práctica de dos meditaciones, que son la conciencia de la respiración y el Body Scan (recorrido del cuerpo), que son las primeras meditaciones que se emplean en el protocolo original. Es necesario empezar por ahí, ya que como señala (12) Kabat-Zinn (2004), “la respiración es el ancla que nos permite conectar con el presente”. Cada vez que nuestra mente de mono salta de aquí para allá, la respiración nos trae de nuevo al presente (16) (Simón, 2010). Además, para poder llevar a cabo otras meditaciones más complejas es necesario practicar la conciencia de la respiración, puesto que es la base del programa. Posteriormente entrenaremos la capacidad de poder ser conscientes de las sensaciones físicas de nuestro cuerpo, observando las sensaciones agradables y las desagradables como parte de nuestro presente a través del Body Scan, con una actitud de aceptación (19) (Kabat- Zinn, 1993).
El entrenamiento en casa durante esta primera semana consistirá en la práctica de ambas meditaciones, ya que es lo que permitirá avanzar en las próximas sesiones, donde aumentará la complejidad de las meditaciones puesto que se incorpora también la visualización y el cultivo de la autocompasión. Esta primera semana estamos cultivando Samatha (conciencia focalizada).
Teniendo en cuenta el modelo sensoriomotriz del trauma (20) de Ogden, Minton y Pain (2011), en esta primera sesión enseñamos a los dolientes a monitorizar las experiencias somáticas, precisamente a través de la atención plena que permite el procesamiento del trauma. Estamos cultivando la ecuanimidad para poder estar (dar espacio) con todo lo que hay sin pretender cambiar nada, aumentando así la tolerancia a las experiencias somáticas desagradables. Además, el recorrido del cuerpo y el ancla de la respiración permiten desarrollar una mayor conciencia del momento presente y la habilidad de dirigir la atención a voluntad para no ser presos de la propia mente, permitiendo salir de la mente.
Todo esto es una herramienta de autocuidado personal que permite activar el sistema nervioso parasimpático y, de esa manera fomentar recursos de afrontamiento saludables para las sesiones próximas, donde iremos acercándonos al dolor de la pérdida de una forma progresiva.
En la segunda sesión incluimos la potenciación de recursos: lugar tranquilo, lugar sagrado, ejercicios de enraizamiento. Es esencial que el doliente aprenda a encontrar estabilidad antes de pasar a procesar los recuerdos que tienen que ver con la pérdida. Hemos seguido en este caso las indicaciones de una metodología de trabajo que nace de la combinación de diferentes modelos (Mindfulness IPH creado por Andrés Martín Asuero y Gustavo Bertolotto (21), que combina algunas herramientas como la PNL (22), Hipnosis Ericksoniana (23), neurofeedback (24), EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) (25) y EFT (Emotional Freedom Techniques (26)))
En esta sesión nos centraremos en que el doliente tenga recursos de estabilización adecuados, antes de pasar a trabajar con el dolor. Siguiendo las aportaciones de Ogden (20) et al. (2009) y su modelo sensoriomotriz sería trabajar la Fase 1 de estabilización previa al procesamiento de los recuerdos dolorosos. De esta manera el doliente aprende a establecer recursos que alimenten las redes de memoria adaptativas y que permitan mantener las emociones en la ventana de tolerancia, puesto que son herramientas de autorregulación emocional.
En la tercera sesión nos adentraremos en el dolor, que es el objetivo del protocolo, además se trabajará la conciencia de los pensamientos y la forma de manejarlos. Es así también como se trabaja en el protocolo MBSR. La diferencia es que aquí el dolor al que nos referimos es el dolor por la pérdida del ser querido, pero que en muchas ocasiones se transforma en dolor físico. Precisamente la palabra duelo proviene del término latino “dolus” que significa dolor (27) (Lacasta y Soler 2006). En el protocolo MBSR, Martín Asuero (2010) (28) señala la importancia de trabajar el dolor con una fórmula que dice: dolor por resistencia al dolor (no aceptación) es igual a sufrimiento y el sufrimiento secundario, que es todo aquello que tiene que ver con anticipaciones del futuro y rumiaciones del pasado, potencia ese dolor. En vista de que ese sufrimiento secundario va unido a pensamientos anticipatorios o rumiativos, es importante trabajarlos a través de la conciencia plena con una actitud de aceptación, sin luchar contra ellos y sin tratar de evitarlos. En esta sesión también se proporcionará psicoeducación acerca del proceso de duelo.
En la cuarta sesión del protocolo original MBSR se trabaja la regulación emocional a través de la conciencia plena, por lo que hemos decidido respetar este orden, teniendo en cuenta que una vez que hemos aprendido a adentrarnos en el dolor de forma generalizada, podremos adentrarnos en cada una de las emociones que nos provocan dolor de forma más específica. Se ha visto que mindfulness permite regular el afecto, incluyendo una mayor conciencia, entendimiento y aceptación de las emociones, y una mayor habilidad para regular estados de ánimo desagradables (23) (Brown y Ryan, 2003). Es por ello que el protocolo incorpora la regulación emocional primero de forma generalizada, y posteriormente, de forma específica con el miedo, la rabia y la tristeza (quinta sesión) y con la culpa (sexta sesión).
En nuestro protocolo emplearemos todo tipo de recursos útiles como la visualización o el uso de cuentos y metáforas, que como señala Payás (6) (2007) pueden ser muy útil en la terapia para el duelo. De ahí que empleemos todos esos recursos para hacer el trabajo de conexión-integración de las emociones pudiendo así, llegado el momento, avanzar a la fase de crecimiento-transformación.
Decidimos dedicar una sesión a la culpa teniendo en cuenta que es un sentimiento común en el proceso de duelo. Las personas en duelo piensan en todas aquellas cosas que les hubiera gustado decir o hacer y que no fueron posibles. Pueden llegar a pensar que podrían haber actuado de una forma diferente y que esto hubiera evitado la muerte de su ser querido (30) (Ramírez, 2007). Hay muchos motivos por los que una persona puede sentirse culpable, y ya sea real o irracional, es conveniente trabajarla a través del perdón. Tanto Payás (6) (2007) como Worden (7) trabajan la culpa a través del perdón. Worden utiliza el psicodrama o la silla vacía, y en nuestro protocolo hemos decidido utilizar el recurso de mindfulness a través de la visualización de nuestro ser querido, que sería el equivalente de la silla vacía. Trabajaremos el perdón en diferentes fases, atendiendo a lo que el protocolo original MBSR trabaja a través de “metta”, que es la meditación del amor incondicional y del perdón, aunque esto lo trabajamos en la sesión 7. En la sesión 6, podremos en primer lugar observar el sentimiento de culpa y sus manifestaciones a través de mindfulness, para luego cultivar la autocompasión. Evaluar y trabajar la culpa es fundamental, ya que se trata de un sentimiento considerado como un factor de riesgo para el duelo complicado (17,18) (Lacasta, 2000; Soler, 1996).
El objetivo de la sesión sexta es conectar con la culpa e iniciarnos en la práctica de la autocompasión. Como señala Bernabé Tierno (31) (2007), el amor es lo único que puede curar el miedo, la rabia, la tristeza, y el sentimiento de culpa. Siguiendo a Simón (32) (2011): “Ni la conciencia focalizada (Samatha) ni la conciencia de campo abierto (Vipassana) por sí solas nos aliviarán del sufrimiento, por lo que hay que cultivar la tercera habilidad de la meditación mindfulness que es la bondad amorosa o compasión (Metta y Karuna)” (p.135). Según el autor, la compasión nos alivia incluso cuando no podemos cambiar nuestras circunstancias vitales. De ahí el trabajo de la conciencia amable o metta en estas sesiones del protocolo.
En estas sesiones algunas de las tareas para casa irán dirigidas a hacer un diario del dolor y un diario de las emociones. Como señala Payás (7) (2007), la escritura creativa puede sernos muy útil en las fases avanzadas del duelo, así como el diálogo con el ser querido fallecido y la visualización, de ahí que empleemos todos esos recursos tanto en las meditaciones como en las tareas para casa.
Una vez hemos conseguido adentrarnos en el dolor y trabajado para liberarnos de la culpa, tiene sentido pasar a la séptima sesión, denominada: la comunicación con los ausentes y los asuntos pendientes. De hecho, una vez que hemos empezado a cultivar la autocompasión y el amor que se promueve con mindfulness, la comunicación con los ausentes será muy diferente a si lo hubiésemos hecho en las primeras sesiones, puesto que en éstas, estaría tamizado por el dolor, la rabia, el rencor, los juicios etc.
La octava sesión se llama los pilares de la serenidad. Un lugar para ti, basada en el libro de “los pilares de la felicidad” de Bernabé Tierno (31). Esta sesión va orientada a la Tarea IV que es la recolocación emocional del fallecido para seguir viviendo. Es importante clarificar que el objetivo de la intervención no es olvidar al ser querido fallecido, sino encontrarle un lugar en el espacio psicológico que permita la entrada del presente y los retos de la vida (8) (Arranz et al. 2008), de ahí la importancia de esta sesión. En esta sesión se pretende trabajar, a través de la psicoeducación y una meditación con visualización, esos pilares que podemos cultivar para encontrar la serenidad e incluso la felicidad, llegado el momento, permitiendo que haya un hueco en nuestro corazón para ese ser querido que no está físicamente pero que forma parte de nuestra realidad psicológica. Como señala Barreto (9) (2008), se ha visto en investigaciones recientes que, la expresión de emociones positivas, facilita el buen pronóstico en el desarrollo del duelo. De ahí la importancia de cultivar mindfulness para poder experimentar estados de serenidad, que nos pueden conducir a experimentar sensaciones agradables día tras día, momento a momento. Observamos así como mindfulness puede entroncarse dentro de la psicología positiva y puede promover el crecimiento postraumático.
La novena sesión supone un cierre del programa dónde pretendemos que los dolientes reflexionen sobre las habilidades aprendidas a lo largo de las sesiones, así como fomentar el compromiso de la práctica de mindfulness en la vida cotidiana como una filosofía de vida. Además, esta sesión nos sirve como evaluación del programa completando la batería de cuestionarios y complementándola con una breve entrevista individual.
CONCLUSIONES
La práctica de mindfulness nos permite hacer un trabajo de integración que es esencial en el camino del duelo y de la propia vida. Siguiendo a Payás (13) (2010):
En el duelo, la experiencia plena en el aquí y el ahora de afectos tales como el llanto, el dolor, la pena, la tristeza, la nostalgia e incluso el enfado y la desesperación permite la conexión e integración entre el pasado y el presente, y su expresión fenomenológica abre la puerta a la posible restructuración y al crecimiento tras la pérdida (p.168).
Este tipo de intervenciones destinadas a fomentar la atención plena en la vivencia de la sintomatología física y el malestar o sufrimiento emocional son muy útiles en experiencias de pérdidas y favorecen la integración. Han sido utilizadas de forma muy efectiva en el tratamiento de personas en estrés agudo, dolor crónico o supervivientes de traumas (12) (Kabat Zinn, 2004).
Por ello pensamos que nuestro nuevo protocolo tiene gran utilidad, pues favorece la integración de la pérdida con todas las manifestaciones del dolor y las emociones necesarias para poder elaborar de una forma sana el proceso de duelo. Además, en el duelo el procesamiento arriba-abajo (desde la mente al cuerpo con herramientas más cognitivas) no conduce a la reorganización interna, ni a la dotación de nuevos significados adaptativos, aunque puntualmente puedan ser útiles para el control de la sintomatología; en cambio el procesamiento abajo-arriba, el procesamiento “mindful”, está basado en la emoción como proceso integrador. Este procesamiento se hace desde la experiencia tal y como se está sintiendo en el cuerpo para luego llegar a un nuevo significado (cognición).
Como indica Payás (13) (2010) en la cita que sigue a continuación es necesario atravesar el dolor para elaborar nuevos significados:
Atravesar el dolor emocional permite la activación de significados nuevos. La experiencia integrada sólo se da cuando el significado emerge como consecuencia del trabajo integral cognición-emoción, y no como un esfuerzo cognitivo de inhibición autoimpuesto o impuesto por el terapeuta (p. 193).
Precisamente por ello, nuestro protocolo basado en mindfulness y compasión puede resultar de gran utilidad para el doliente, por ser una herramienta y modelo terapéutico caracterizado por su flexibilidad y capacidad de adaptación a las propias necesidades.
Con nuestro protocolo pretendemos promover con la práctica de la atención plena, un cambio en los esquemas mentales y en la filosofía de vida, que permita que la muerte esté integrada en la vida como proceso natural y normal, de forma que la relación con la misma no se procese como amenaza, sino como oportunidad de crecimiento personal y espiritual según las aportaciones de Kumar (3, 33) (2005, 2013). Lo que hacemos con mindfulness en proporcionarles a las personas los materiales necesarios para que ellas mismas puedan “pescar y alimentarse”, de ahí que sea una herramienta de autocuidado personal que ayuda en el proceso de vivir y en el proceso de morir y de hacer el duelo por las personas perdidas, como parte ineludible de la propia existencia.
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